Con un primer tiempo flojo y un segundo un poco mejor, aún así nada de eso le sirvió al equipo que dirige Leandro Romagnoli como para empatar y mirar las cosas de otra manera en el comienzo del Torneo Clausura.
San Martín cayó 2 a 1 frente a un Atlético Tucumán que se dedicó a hacer lo que haría cualquier equipo en el fútbol mundial: cuidar el resultado (claro, empezó ganando a los 3 minutos del partido), marcar mucho, raspar (pegó mucho) y anotar cuando tuvo que meterla adentro del arco. Simple, sencillo.
El segundo tiempo fue mejor. Jugó mejor. Tocó, intentó ir más por los costados, generó situaciones de gol, pero otra vez no anotó. Los tucumanos solo atinaron a defenderse y jugar de contra. Nada de nada.
Hasta que llegó la buena jugada de Santiago Salle, centro al punto del penal y gol en contra de Kevin Ortíz a los 45 minutos. Y si bien en el fútbol la justicia no existe, se daba, estaba bien el empate.
Pero, San Martín volvió a ser el del Apertura, no tanto por el juego, sino por eso de ser un equipo que tiene derrotas a cuestas. No aguantó el resultado y Leméndola le amargó la tarde de domingo y la semana. Sacó un latigazo frente a un Borgogno que se apresuró a salir y puso el lapidario 2 a 1. Otra vez la maldita injusticia le pegaba duro a la realidad sanjuanina.
Fue derrota. La cuarta consecutiva en un equipo que se acostumbró a perder, ni siquiera a empatar. Así no hay caso. Así no se puede. Así es muy difícil.